1/28/2008

VER DESDE ARRIBA, VER DESDE ABAJO

De pequeña me gustaba encontrar formas en las nubes, pero mas me gustaba encontrar situaciones con esas formas, no solo ver un sapo y un oso en blanco algodón, imaginar que iban de las patas paseando y platicandose/contandose algo muy, pero que muy gracioso. Si encontraba una figura, frenéticamente empezaba a buscar una mas, porque ya se sabe que salvo las personas con trastornos de personalidad, los demas, necesitamos interactuar, al menos yo, desde temprana edad tuve que desterrar amigos imaginarios y seres fantasticos de mi tierna mente, amen de ser la hermana menor y de vivir en un mundo que me exigia ser seria. Ahora cultivo el ya no tan secreto placer de observar al reves, me gusta ver la tierra desde el cielo, me encanta volar, viajar, tomar mas y mas aviones. Porque justo en el momento en que el avion despega y toma altura, se empieza a dibujar la silueta terrestre en miles de facetas, empiezo a ver un mundo dentro del mundo, donde las montañas brillan doradas al sol, las casas solo se distinguen por el color encendido de sus fachadas y uno no tiene que andarse con miramientos en cuanto a lo que suceda dentro de ellas, son como un nudo de los miles que componen una alfombra, un retablo costumbrista, depende de donde sea. Hay perspectivas que nunca he terminado de apreciar por verlas con los ojos empañados de lagrimas de despedida, hay otras que he olvidado por la emocion de lo que aguardaba en tierra, pero siempre que vuelvo a volar, recuerdo todas esas estampas, la sensación que se desperto en mi la primera vez que la vi. Cuando era una niña y mis veranos transcurrian subiendo y bajando el desierto Californio, siempre iba muda, porque veia la luna llena sobre el desierto. Iluminando paisajes volcanicos, y a veces arrojando mas luz que el dia, una luz mas que embriagadora, sobre los cirios y toda la flora desertica que se daba cita en esos mas de mil kilómetros de viaje. Los coyotes acompañaban como banda sonora esas noches y el mar siempre presente, aunque a veces no se escuchaba siempre se olia. Pero como todo en esta vida termina por ser costumbre, o simplemente por cambiar, la vida misma me ha llevado por caminos bien distintos, muy lejanos. Y ya no he vuelto a encontrar la sal en el aire ni los cantos de cetaceos, nunca he vuelto a ver la luz que brillaba sobre el desierto, esa sensación, de estar en un lugar excepcional, recondito, secreto y plagado de misterios. Por eso ahora he tenido que aprender a apreciar otras cosas, y aunque por la ventanilla de un avion no puedan percibirse aromas, intento imaginarlos, pero siempre restando el factor humano que todo termina por arruinarlo.

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